Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1854-1856 (Cortes Constituyentes de 1854 a 1856)
Sesión: 28 de enero de 1856
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: n.º 300, 10.296, 10.297
Tema: Presupuesto del Ministerio de Fomento para .856

El Sr. SAGASTA: No deja de extrañarme, señores, que cabalmente el presupuesto de Fomento sea el que haya merecido una oposición más duradera, si bien esta oposición se ha estrellado con el personal, pero con la circunstancia de quo ninguno de los impugnadores ha estado de acuerdo con los otros sobre la sustitución del cuerpo de ingenieros de caminos; cada uno ha propuesto una cosa diferente. Sea de esto lo que quiera, está muy avanzada la hora, y yo no haré mas que rectificar las muchas equivocaciones en que ha incurrido el Sr. Ramírez Arcas, a quien me toca contestar.

El Sr. Ramírez Arcas decía que al cuerpo de ingenieros debía dársele diferente organización para que no fuese una rémora de la Administración, porque era una cabeza muy grande para un cuerpo muy pequeño, pues que la Junta directiva se componía de 16 individuos, y apenas iban a la Junta un día a la semana.

El Sr. Ramírez Arcas debe saber que cuando un individuo de la Junta va a ella, no va sólo para ver un trabajo dado, sino para examinar muchos, muy diferentes, y algunos de tal importancia, que su examen les absorbe dos o tres meses a los que se encargan de ellos. Además, la Junta consultiva no se ocupa sólo de los trabajos que hacen los ingenieros, y es necesario tener presente que ese cuerpo que a S.S. le parece tan pequeño, es tan grande, que comprende a todos los españoles y todos los extranjeros, porque para dirigir al Gobierno el proyecto de una obra no se necesita ser ingeniero: a la Junta consultiva van los trabajos de todos, sean nacionales o extranjeros, ingenieros o no ingenieros; vea S.S. cómo la cabeza de ese cuerpo pequeño, según S.S. le llamaba, es la cabeza de un cuerpo grande, porque, como acabo de decir, van a ella los proyectos de todo el que quiere presentarlos.

El Sr. Ramírez Arcas se ha olvidado además de que los inspectores de la Junta consultiva no sólo tienen que examinar los proyectos y dar sobre ellos dictamen, sino que además tienen necesidad de ir a inspeccionar las obras de los distritos y formar las Memorias anuales de los distritos que han recorrido.

Decía el Sr. Ramírez Arcas que la organización de este cuerpo era tal, que había en cada distrito un ingeniero y en cada provincia otro. Yo diré a S.S. que en esto está también equivocado. Para la organización del cuerpo no se tiene nada en cuenta la importancia de las provincias, sino la importancia de las obras; así es que hay provincias de escasa importancia y sin embargo necesitan media docena de ingenieros, mientras que otras muy importantes no tienen ninguno, o tienen uno solo, y como éste tiene que atender a tantos puntos, esa es la razón por la cual S.S. no los ve sino dos o tres veces al año.

Que el modo de conservar las carreteras es malo, debido a esta organización que S.S. ve mala, porque dice que el ingeniero nunca va a verlas sino después del parte que le pasa el celador o el sobrestante. En esto también hay una equivocación, porque en el reglamento se previenen las visitas que han de hacer los ingenieros, los sobrestantes, los capataces y los peones, y en esas visitas tienen que poner noticias tan detalladas y extendidas de tal suerte, que es imposible no hacerlas; pero ya se ve, el sobrestante o el ingeniero no han de ir a dar parte a todos los que viven en el distrito de estas comunicaciones, así como tampoco el ingeniero sabe lo que hace el comandante general de una provincia, porque éste no da parte de las suyas a los que viven en la misma provincia.

Que hay que hacer más económica la organización del cuerpo. Su señoría ha confesado que es económica para el Gobierno. [10.296]

Pues entonces, ¿para quién no es económica? ¿Es para las provincias? ¿Pues por qué piden ingenieros? Nada les cuestan a las provincias los ingenieros que piden; y si ellas los pagan, no pagan más que lo mismo que les había de dar el Gobierno. ¿Cómo, pues, son caros para ellas si son económicos para el Gobierno? Pero dice S.S. que esto consiste en las gratificaciones o subvenciones. A esto diré que cada día que un ingeniero está fuera de su residencia, no lleva más dieta que la de 26 rs.: yo quiero que se me diga si hay algún otro empleado del Estado que tenga unas dietas tan mezquinas y miserables como ésta. Señores, no hay ninguno y tiene que llevar caballo y criado y un sobrestante a quien no ha de permitir que pague lo que coma. Pues 26 rs. es lo que tiene un ingeniero que ha gastado un capital en seguir esa carrera, que ha consumido su juventud en estudios y que ha hecho inmensos sacrificios. Eso mismo es lo que le dan las provincias cuando no se lo da el Gobierno.

También se ha dicho que no eran nada económicos los ingenieros para las obras particulares. Esta cuestión hay que considerarla bajo dos puntos de vista: uno, cuando el particular pide al Gobierno un ingeniero, en cuyo caso el Gobierno está en la facultad y en el derecho de conceder o negar esa petición, según tenga o no sobrantes.

Cuando el Gobierno dice a un ingeniero que se dedique a empresas particulares, entonces es claro que deja de percibir un sueldo por el Gobierno y estipula con la empresa lo que le ha de dar, porque este caso es igual al de cualquier otro contrato particular y puede y debe hacerse con la misma libertad.

Por el contrario, si S.S. ha juzgado de lo caro o lo barato, de lo económico o antieconómico, por no sé qué obra del Tajo, para la que el ingeniero pidió 8.000 rs. para instrumentos, ya puede conocer S.S. que no los había de poner de su bolsillo, a no ser que entre esta circunstancia en el trato; porque hay quien dice: deme usted 5.000 duros al año, y yo pongo instrumentos, papel, etc.: y otros, por el contrario, no quieren tanto, pero ponen como condición el que se les pague aparte los instrumentos. De modo que esto entra en la contratación particular; no tiene nada que ver con el cuerpo de ingenieros el que sea bueno o barato este servicio.

Por último, el Sr. Ramírez Arcas ha dicho que desea que el cuerpo de ingenieros no sea rémora para la Administración. No sé cuando lo habrá sido. Su señoría, queriendo darnos una prueba de esto, ha citado algunos casos en que la Junta consultiva se ha opuesto a obras de utilidad pública. No dudo que haya sucedido así; pero habrá sido porque esté mal concebida la obra; porque puede tratarse de una obra pública que pueda llevarse a cabo de distintas maneras, y si ve que viene concebida de la peor posible, en ese caso la Junta consultiva ha hecho bien en no darle su asentimiento. Bajo este punto de vista puede oponerse a la pronta realización de una obra; pero de este modo no hay ramo en la administración que no se oponga lo mismo, con lo cual no sólo se hace un bien al Estado, sino en muchísimos casos a los interesados en la misma obra.

Con este motivo ha vuelto S.S. a hablarnos de no sé qué obra del Tajo, y después de un trozo de ferrocarril, y ha traído también un cuento que no he podido comprender. La Junta Consultiva de caminos, lo mismo que cada individuo del cuerpo de ingenieros, no puede oponerse a ninguna mejora para el país; no es posible que se opongan a ninguna obra de utilidad pública; lo que hacen es regularizar el deseo que puede haber de una obra pública, ponerla en buenas condiciones para su realización, y cuando esas condiciones no son buenas, hace bien en oponerse, no la Junta consultiva, sino el Gobierno, que es el que para velar por los intereses públicos se vale de ella. Lo que generalmente sucede en esto es que apenas la Junta consultiva o un ingeniero cualquiera no quiere ceder al capricho de un pueblo o de un particular, ya se dice al momento que la Junta o el ingeniero es malo.

Después de estas consideraciones ha entrado el señor Ramírez Arcas en algunas que hacen relación al estado de las carreteras.

Yo creo que no había necesidad de hablar más de esto; estamos ya cansados de oír decir que las carreteras están en mal estado; mal estado que no se puede atribuir a mala organización del cuerpo de ingenieros, porque ese estado de las carreteras no es de hoy, no es de ayer, es de siempre; porque aquí se hace una carretera, y por circunstancias que no es del caso examinar, no se conserva después; y como son unas obras que están expuestas a todos los elementos de destrucción, así del tiempo cómo del tráfico, claro es que si los medios de conservación son inferiores a los de destrucción, andando los años ha de llegar el caso que ha llegado ahora, de no tener carreteras o de tenerlas en un estado fatal.

Ese mal estado, pues, viene de mucho tiempo; por consiguiente, por buena que sea la organización del cuerpo de ingenieros de caminos, hay que gastar mucho para poner las carreteras en buen estado, puesto que la mayor parte de ellas hay que hacerlas nuevas, porque no tienen ni firme. ¿Qué hace el ingeniero cuando no tiene materiales? ¿Y qué hace cuando aunque los tenga, ha pasado la oportunidad de emplearlos? Es imposible conservar las carreteras como están; es necesario repararlas, gastar mucho dinero; una vez hecho esto, y atendiendo a su conservación constante, las carreteras se conservaran en buen estado; pero pretender que los ingenieros de caminos hagan todos esos milagros con los escasos recursos con que cuentan, no es posible; para eso no hay organización que valga.

Su señoría ha citado algunas provincias y países presentándolos como modelos en este particular. Ya se han dado las razones por las que se demuestra que no puede haber igualdad en unas y otras provincias en cuanto a estos resultados; pero S.S. además ha padecido una equivocación respecto a lo que ha dicho que sucede en Navarra y Provincias Vascongadas. Allí dice S.S. que la conservación no cuesta nada, porque con un peón que recorra su trozo de camino y ponga una piedrecita donde haga falta, no se necesita más. Pues eso cuesta mucho dinero. En Navarra y Provincias Vascongadas cuesta la conservación de cada legua de 12 a 14.000 rs., y en las demás provincias de España lo más que se emplea en eso son los 10 rs. de los peones. No quiero molestar más a la Cámara, y me siento, porque creo que estará convencida de la exactitud de cuanto dejo dicho.



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